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OPINIÓN: La Prensa en la Mira: Crisis en Venezuela, Información o Réplica a un mismo son

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Por Margarita Bastías, periodista, presidenta nacional del Tribunal Ética del Colegio de Periodistas de Chile. 

Informar sobre la situación de Caracas se ha convertido en un desafío, donde no es fácil discriminar sobre lo que quieres que ocurra y lo que está ocurriendo. El periodismo está en deuda, pero no sólo en Chile, pues se observa a nivel mundial una incapacidad de proyectar cuando los líderes -el poder- hablan e interpretan lo que está ocurriendo, y el periodista se limita a reproducir lo dicho.   
La crisis en Venezuela ha puesto a prueba a los periodistas de los medios de comunicación de todo el mundo y en un castañar de dedos hemos vuelto al siglo XX a los peores años de la Guerra Fría, donde el mundo se definía en blan
La autoproclamación de Juan Guaidó como presidente encargado el miércoles 23 de enero y la inmediata reacción de Occidente, nos hizo creer que el gobierno de Nicolás Maduro no pasaba ese fin de semana.


Los gobiernos hacen su pega y sus ciudadanos evaluarán su gestión, pero el punto es que los periodistas también deben ejercer su rol y plantear lo mejor que sabemos hacer: preguntar. Estudiamos para hacer buenas preguntas, incluso a veces nos debemos afanar mucho para sacar respuestas de entrevistados, sobre todo de los que están en el poder de cualquier tipo (económico, financiero, judicial, político, eclesial, parlamentario).

El presidente de Estados Unidos, Donad Trump, se demoró 15 minutos en reconocer al nuevo presidente interino; la vieja Europa le encontró toda la razón a su antagónico colega rubio y dio un ultimátum al desprestigiado gobierno de Nicolás Maduro, a quien acusan de haberse reelecto en comicios que no fueron democráticos ni transparentes. El Grupo de Lima sacó una declaración ese mismo día. Pareció una respuesta coordinada, y en 72 horas no hubo periodista que expusiera esta coincidencia, a la cual obviamente se puede llegar, pero no hubo reflexión alguna acerca de cuál sería el desenlace en la afligida Venezuela.

Hubo frivolidades acerca de cómo terminaría Maduro, y algunos apostaron a si sería como Muhamad Gadafi (asesinado por una turba), el Sha de Irán (irse a un exilio dorado) o el rumano Nicolae Ceaușescu, ejecutado junto a su mujer.
Una verdad se imponía de manera global, como ni siquiera ocurrió para el bombardeo unilateral de Estados Unidos a Irak en represalia al inexistente arsenal de armas químicas que poseía. Las preguntas no brotaron, tal como ocurrió para la muerte del misterioso terrorista saudí Osama Bin Laden, quien habría estado detrás de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, o del fenómeno del Isis o Estado Islámico, que tal como surgió, desapareció… hasta nuevo aviso.

Nuestro Código de Etica establece en su primer artículo que “los periodistas están al servicio de la sociedad, los principios democráticos y los Derechos Humanos. En su quehacer profesional, el periodista se regirá por la veracidad como principio, entendida como la entrega de información responsable de los hechos”.

En su capítulo dos, señala que “el o la periodista difundirán sólo informaciones fundamentadas, sea por la correspondiente verificación de los hechos, en forma directa o a través de distintas fuentes, así como la confiabilidad de las mismas”.
Más adelante, nuestro Código establece que “el periodista deberá establecer siempre, al informar, una distinción clara entre los hechos, las opiniones y las interpretaciones, evitando toda confusión o distorsión deliberada de éstos”.
En el capítulo quinto, al explicitar la relación con la sociedad, precisa que “él o la periodista resguardará el derecho de la sociedad a tener acceso a una información veraz, plural, responsable y oportuna”.

En el mundo de hoy cuesta concebir que “la información en periodismo se entienda como un bien social y no como un producto” cuando lo que se ha impuesto es el rating en los medios de comunicación, acentuando el morbo o la crónica roja.
Los periodistas no solo somos responsables de la información ante nuestros editores o patrones sino que ante todo de la sociedad. La gente que nos lee, nos escucha o nos ve está esperando que le digamos la verdad.
En un momento donde la credibilidad de las instituciones se ha desplomado, los periodistas siguen siendo una ventana de aire fresco por el cual respirar y conocer lo que ocurre en el país y en el mundo. 

En una situación tan difícil como la de Venezuela, cargada de ideologismos, intereses particulares, proyectos y concepciones sociales distintas, nuestro deber es hacer las preguntas y recoger todas las respuestas frente a una realidad controvertida.
No se trata de hacer paralelos o de contribuir a reforzar determinados grupos de interés. Tenemos el deber de descubrir lo que está detrás de los hechos, de explicarlos, contextualizarlos y proyectarlos. No somos notarios que reproducen documentos o declaraciones oficiales.

Si el sábado y domingo estuvimos esperando el fin de un gobierno en Venezuela o que el ultimátum de cuatro países europeos fuera acatado por Nicolás Maduro, lo real es que no hemos sido capaces ni de contar ni proyectar lo que está sucediendo en la patria de Bolívar y de Bello.
La situación no es fácil.
Pese a todas las herramientas que hoy existen para informar, ha habido una uniformidad en la información que transcurre por un túnel donde la respuesta era común para todos: Se acabó el ciclo chavista.

A esa misma conclusión llegaron los medios de comunicación de todo el mundo hace 30 años durante las protestas de la Plaza de Tiananmén convocada por los líderes estudiantiles en contra del régimen chino. “Una nueva era se inicia en China” fue la idea común que dio vuelta al mundo. Beijing siguió con el proceso de reformas al ritmo que se habían propuestos, y una generación quedó marcada por la represión estatal en medio de la indiferencia mundial que nunca ha cuestionado las libertades individuales ni colectivas de la población china.


FUENTE: Página19.cl