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[COLUMNA] Batallas transandinas

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EL MOVIMIENTO DE MUJERES EN CHILE / Desde fines de los noventa comenzó a gestarse en Chile un movimiento que no dudó en autodenominarse feminista y cuya tarea de visibilización de la violencia machista, racista y lesbofóbica se refleja en la creciente masividad y potencia de las reacciones contra esta. Del repudio a los cientos de asesinatos de los últimos años y la criminalización de las mujeres mapuche, a la denuncia de las expresiones sexistas de la prensa, un repaso minucioso por el derrotero de una conciencia amasada por décadas que, sin embargo, parece avanzar en dirección contraria a los índices de femicidio.
Por Rocío Alorda Zelada
Periodista-feminista. Secretaria general del Colegio de Periodistas de Chile.

Fotos: Lucía Prieto

Será difícil olvidar la gran movilización que se realizó el 19 de noviembre de 2016, cuando sólo en Santiago más de 180 mil personas salieron a la principal arteria de la capital –la Alameda– para participar de la marcha “Ni una menos”, en total repudio a la violencia machista que en Argentina había dejado a una joven asesinada en horrendas circunstancias. El llamado de las feministas trasandinas motivó que en Chile se generaran importantes manifestaciones, levantando como una demanda ciudadana el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia.

Tal movilización masiva no fue, sin embargo, espontánea ni una respuesta exclusiva a la acción de las redes sociales: fue un reflejo del trabajo acumulado por décadas del movimiento feminista y de mujeres en Chile, y de su labor para visibilizar la violencia de género en diversos ámbitos.

Si bien durante la vuelta a la democracia el movimiento de mujeres en nuestro país se vio afectado por la dicotomía del proceso de transición y las diferencias del momento político, a finales de los noventa e inicios del año 2000 comenzó a gestarse, en universidades y otros territorios, un movimiento social que ya no dudó en autodenominarse feminista. Estos espacios de feministas jóvenes que no se identificaban con las élites académicas de los años ochenta desarrollaron un discurso más radical, crítico al concepto de género, a los discursos de la academia y a la acción –entonces precaria– del Estado en materia de derechos para las mujeres.

Pasado el año 2010, se hizo más visible –e incluso masivo– el quehacer de esta diversidad de expresiones feministas, que han asumido múltiples formas de organización, de intervención pública y de vinculación con el Estado. Se trata de un movimiento que reúne a colectivos, organizaciones, redes y feministas autónomas, que cuestiona las categorías de clase, género y raza, y que se desprende en manifestaciones territoriales, universitarias, populares, urbanas, rurales, etcétera. Pero, a la vez, de un movimiento en el que, al interior de esa diversidad, se cruzan y articulan, a partir de variadas estrategias, puntos comunes en la lucha contra la violencia machista, racista y lesbofóbica.

#NiUnaMenos y las estrategias de acción frente a la violencia machista

Las últimas movilizaciones nacionales contra la violencia de género han crecido exponencialmente, a tal punto que, en los últimos años, millares de personas participan de las marchas del 25 de noviembre en conmemoración del Día Internacional Contra la Violencia Hacia las Mujeres. Sin embargo, la masividad de la reacción contra la violencia machista no ha implicado una disminución de los índices de femicidios en Chile: estos se han mantenido estables, e incluso han ido en aumento. 

La Red Contra la Violencia Hacia las Mujeres monitorea los casos de femicidios considerándolos “un crimen misógino que refleja, en grado extremo, el sentido de propiedad, dominación y control que ejercen los hombres hacia las mujeres en las sociedades patriarcales”. El conteo de la Red incorpora no sólo los asesinatos de mujeres cometidos por sus parejas o ex parejas –los que contempla la ley de femicidio de 2010–, sino que también contabiliza aquellos que se cometen en otros ámbitos, incorporando a “mujeres y niñas violadas y asesinadas por conocidos, amigos, desconocidos, clientes, y los crímenes de odio a lesbianas” y mujeres transexuales. En promedio, desde 2010 a 2016, fueron asesinadas 55 mujeres por año, mientras que tan sólo hasta mayo de este año hubo 31 femicidios. 

El caso del femicidio frustrado de Nabila Rifo, a quien su pareja atacó y le arrancó los ojos en la calle de su ciudad (Coihaique), volvió a instalar la problemática de la violencia machista en el escenario público y también del accionar de los medios de comunicación, dada la sobreexposición mediática que tuvo la víctima durante el juicio del único inculpado en el caso.



Por Nabila y los cientos de mujeres asesinadas en los últimos años, el movimiento feminista ha logrado articularse a partir de distintas estrategias: el “#NiUnaMenos”, donde participan más de cuarenta organizaciones, redes y colectivos; la generación de espacios para denunciar el acoso callejero (Observatorio de Acoso Callejero), activismo que en la actualidad tiene en el Parlamento un proyecto de ley que sanciona dicha violencia; la organización de las universitarias, que en sus instituciones han creado “vocalías de género” para catastrar y denunciar el acoso y abuso sexual por parte de profesores y compañeros; la exigencia de una nueva ley que asuma la violencia de género en su total dimensión; y la crítica profunda –a través de redes sociales y acciones directas– a los medios de comunicación como reproductores del orden patriarcal y sexista.

Criminalización de las mujeres mapuche y violencia transnacional

Tres casos de violencia y criminalización ocurridos el año pasado grafican claramente la agresión racista que viven las mujeres en el interior del país, donde el poder de las empresas transnacionales se ha enfrentado a la acción de personas que defienden sus comunidades y territorios. El de Macarena Valdés Muñoz, activista medioambiental muerta en extrañas circunstancias, el de la machi Francisca Liconao (autoridad espiritual mapuche), acusada de un atentado incendiario, y el de la comunera mapuche condenada Lorenza Cayuan, quien estuvo engrillada durante el parto. Se trata de casos que tienen en común la vulneración de los derechos humanos de las mujeres y la acción inmediata de grupos feministas para denunciar tales atropellos. 

El femicidio de Macarena Valdés, activista medioambiental de la Región de Los Ríos, alertó sobre la situación de peligro en que se encuentran las mujeres que en Chile defienden los territorios y los bienes comunes. El caso emblemático del asesinato de la defensora de derechos humanos y activista Berta Cáceres, en Honduras, había sembrado la inquietud sobre el riesgo en que se hallan las mujeres que se enfrentan a empresas extractivistas, pero el asesinato de Macarena acercó este dolor a una realidad que hasta entonces no se observaba en nuestro país. 

Macarena vivía en una comunidad mapuche en Tranguil, donde la empresa austrochilena RP Global Chile Energías Renovables S.A. quería colocar cables de alta tensión para la central de paso que se instalará en ese territorio. Días antes de la muerte de Macarena, ella y otros comuneros habían realizado una movilización para cortar el camino e impedir que los funcionarios de la empresa entraran a sus predios. Después de esa acción, las comuneras fueron amenazadas, y al día siguiente Macarena apareció muerta en su casa, colgada. 

El femicidio de Macarena1 generó el repudio de muchas organizaciones territoriales y vinculadas a causas mapuche, pero fue silenciado por los medios de comunicación. Organizaciones relacionadas con la defensa de los derechos de las mujeres, como la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas,2 la Marcha Mundial de las Mujeres-Chile y feministas autónomas, han exigido justicia por Macarena y han continuado visibilizando este asesinato como un femicidio político. 

El caso de Francisca Liconao, quien estuvo presa por medidas cautelares por el caso del asesinato de los agricultores suizochilenos Luchsinger-Mackay, también generó la inmediata movilización de colectivos y organizaciones, ya que, a pesar de su delicado estado de salud y de no existir pruebas que la inculpen en la muerte de los empresarios, la machi quedó con arresto domiciliario mientras transcurre la investigación.

EL CASO EMBLEMÁTICO DE BERTA CÁCERES, EN HONDURAS, HABÍA SEMBRADO LA INQUIETUD SOBRE EL RIESGO EN QUE SE HALLAN LAS MUJERES QUE SE ENFRENTAN A EMPRESAS EXTRACTIVISTAS, PERO EL ASESINATO DE MACARENA VALDÉS, ACTIVISTA MEDIOAMBIENTAL DE LA REGIÓN DE LOS RÍOS, ACERCÓ ESTE DOLOR A UNA REALIDAD QUE HASTA ENTONCES EN CHILE NO SE OBSERVABA.
Con jornadas de movilización nacional y feministas por la liberación de la machi, centenares de personas siguen atentas el desarrollo de este caso, dado el valor que la autoridad ancestral ha tenido históricamente por defender su territorio. En 2008, denunció a la sociedad ganadera Palermo Limitada por tala ilegal de árboles nativos en el fundo Palermo Chico, colindante con su comunidad, Rahue, en la comuna de Padre Las Casas. En esa ocasión, argumentó que la tala era ilícita según lo establecido en el Convenio 169 de la OIT, por cuanto se realizaba dentro del perímetro de cuatrocientos metros más próximos a tres manantiales, cuyos nacimientos estaban en los cerros del sector. 

Tanto el hostigamiento por la lucha de la machi Francisca como el asesinato de Macarena Valdés son acciones que buscan criminalizar a las mujeres que se alzan en defensa de los recursos naturales, lo que en los últimos años se ha traducido en claras vulneraciones a los derechos humanos y en muerte. 

La violencia simbólica de los medios de comunicación y la acción feminista 

Muchas de las expresiones de violencia de género señaladas con anterioridad están siendo recientemente visibilizadas por los medios de comunicación, que no suelen tener coberturas oportunas en lo que respecta a las cuestiones de “género”, menos aun cuando la violencia machista se hace parte. La relativización de los medios frente a la violencia contra las mujeres es cuestionable éticamente, y no pocas veces mujeres periodistas han salido a increpar su accionar y su rol en la reproducción de la violencia simbólica.

En septiembre de 2015, el diario La Cuarta –uno de los medios más populares de Chile– tituló, a propósito de un femicidio frustrado: “Hizo anticucho con la polola” (hizo brocheta con la novia). Para muchas periodistas, esta portada fue la gota que rebalsó el vaso, y en el seno del Colegio de Periodistas se constituyó entonces la Comisión de Género,3 un espacio que reúne a comunicadoras de diversos sectores –prensa, academia, instituciones, activistas, etcétera–, nacido para problematizar esa violencia de género que tiene lugar en las prácticas periodísticas y buscar estrategias que permitan acabar con dichas expresiones sexistas. Este espacio de encuentro entre periodistas de diversos ámbitos del feminismo y las comunicaciones, mujeres y hombres comprometidos con ponerle fin a la violencia simbólica mediática, se ha pensado como un referente en el monitoreo de medios, que apunta a la reacción inmediata a través de cartas a los directores de los mismos o llamados públicos sobre los contenidos presentados. Además, ha centrado su reflexión en la necesidad de formación de periodistas y comunicadores, considerando que uno de los elementos clave es que las mallas curriculares en la formación de estos y otros profesionales ligados a los medios incluyan ramos o materias sobre comunicación con enfoque de género. 

La presidenta de la Comisión, Fabiola Gutiérrez, señala: “Tenemos la firme convicción en el quehacer entusiasta que estamos desarrollando, las alianzas generadas y otras que queremos fortalecer, para seguir impulsando la Comisión con un trabajo activo de incidencia: ser activas en la observancia del tratamiento de los medios, reaccionar frente a ciertos hechos, ser voces reconocidas para actoras y actores comunicacionales que nos requieren como fuente informativa, escribir columnas de opinión, entre otras tareas. Sabemos que este desafío no es exclusivo de quienes nos desempeñamos en el ámbito de las comunicaciones, por eso necesitamos sumar a más actores sociales, ciudadanos y estatales, para que en un futuro no muy lejano nuestros medios de comunicación sean un real reflejo de nuestra realidad y agentes de cambio para una sociedad de la no violencia y del respeto”.

Afortunadamente, la reacción desde los espacios feministas frente a la violencia simbólica de los medios de comunicación también se ha expresado en otras iniciativas, como el Observatorio Virtual Mujeres y Medios,4 donde periodistas de Valparaíso denuncian la acción patriarcal de los medios a través de redes sociales y diversas instancias de discusión y formación, el Observatorio de Género y Equidad,5 que desde hace más de cinco años viene levantando contenidos al respecto, y otras instancias como las vocalías de género y sexualidad6 y los centros de estudiantes de diversas Universidades,7 quienes públicamente han rechazado el accionar de los medios en esta materia.

Notas

1 Véase http://www.eldesconcierto.cl/2016/10/20/el-feminicidio-empresarial-de-la-activista-macarena-valdes-munoz-en-liquine/.
2 Véase http://www.mapuexpress.org/?p=16593/.
3 Véase http://www.colegiodeperiodistas.cl/2015/09/carta-abierta-por-titular-de-la-cuarta.html/.
4 Véase https://www.facebook.com/Observatorio-Virtual-Mujeres-y-Medios-294494044069049/?fref=ts.
5 Véase http://oge.cl/.
6 Véase http://www.laizquierdadiario.cl/Los-medios-de-comunicacion-y-la-reproduccion-del-sexismo-en-Chile?id_rubrique=1201/.
7 Véase http://www.eldesconcierto.cl/2017/03/08/escuelas-periodismo-critican-duramente-wom-la-cuarta-morande-compania-la-comunicacion-sexista-nos-violenta/.

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Artículo publicado en la revista argentina Maíz. Leer original en http://www.revistamaiz.com.ar/2017/07/batallas-trasandinas.html